domingo, 27 de abril de 2025

TU CEREBRO NO ES QUIEN CREÍAS: EL LEGADO DISRUPTIVO DE GAZZANIGA EN LA NEUROCIENCIA DE HOY.

La mente fragmentada: un viaje al laberinto neuronal

Imagínese por un momento que su cerebro no es una entidad unificada como siempre ha pensado, sino una especie de sociedad secreta con múltiples miembros que trabajan independientemente, a veces cooperando, a veces compitiendo, y muchas veces operando sin que usted sea consciente de ello. ¿Suena a ciencia ficción? Para el neurocientífico Michael S. Gazzaniga, esta descripción está mucho más cerca de la realidad que la idea tradicional que tenemos sobre nuestra mente.

En su revolucionario libro "El cerebro social", publicado originalmente en 1985 (y traducido al español como "El cerebro social" por Alianza Editorial), Gazzaniga nos invita a reconsiderar nuestra comprensión más básica sobre quiénes somos. Este trabajo fundamental se gestó a partir de sus investigaciones pioneras en la década de 1960 con pacientes de "cerebro dividido" o split-brain, personas a quienes se les había cortado el cuerpo calloso (la principal conexión entre los hemisferios cerebrales) como tratamiento para la epilepsia severa.

Gazzaniga, entonces un joven investigador trabajando bajo la dirección de Roger Sperry en el Instituto Tecnológico de California (CalTech), observó algo extraordinario: cuando mostraba imágenes al campo visual izquierdo de estos pacientes (procesado por el hemisferio derecho), éstos afirmaban no ver nada, pero paradójicamente podían señalar con su mano izquierda (controlada por ese mismo hemisferio derecho) el objeto que supuestamente no habían visto. Esta disociación reveló que ambos hemisferios podían funcionar de manera independiente, procesando información y tomando decisiones sin que el otro hemisferio fuera consciente de ello.

Durante siglos, el pensamiento occidental ha alimentado la idea de que nuestra conducta y pensamientos son producto de una entidad unitaria -la "mente"- que reside en ese intrincado laberinto de conexiones neuronales que es el cerebro. Sin embargo, los descubrimientos de Gazzaniga y otros neurocientíficos nos muestran una realidad mucho más compleja y fascinante: somos una confederación de procesos mentales, una "sociedad" neuronal dentro de nuestro cráneo.

La modularidad: el gran hallazgo

La contribución más significativa de Gazzaniga a la neurociencia es su teoría de la modularidad cerebral. Esta teoría sostiene que el cerebro no funciona como un sistema unitario, sino que está organizado en numerosos módulos o sistemas especializados, cada uno con funciones específicas. Lo que se oculta en el interior del laberinto cerebral es una "sociedad" de sistemas relativamente independientes, capaces de funcionar unos al margen de otros, y de los que nuestra conciencia muchas veces no tiene noticia.

Para comprender mejor este concepto, podemos usar la metáfora propuesta por los psicólogos evolutivos Leda Cosmides y John Tooby: mientras que tradicionalmente se pensaba que la mente era como una navaja simple que servía para todo, la perspectiva modular sugiere que es más bien como una navaja suiza, con múltiples herramientas especializadas para diferentes funciones. Cada "herramienta" o módulo ha evolucionado para resolver problemas específicos que enfrentaron nuestros ancestros durante millones de años de evolución.

La evidencia para esta modularidad viene de múltiples fuentes. Los estudios con pacientes que han sufrido daño cerebral muestran que pueden perder funciones específicas (como reconocer rostros, procesar el lenguaje o reconocer objetos) mientras mantienen otras capacidades intactas. Esto sugiere que estas funciones están localizadas en diferentes sistemas neuronales. Por ejemplo, la prosopagnosia (incapacidad para reconocer rostros) puede ocurrir sin afectar la capacidad de reconocer objetos o entender el lenguaje, lo que sugiere que el reconocimiento facial está mediado por un sistema neural específico.

Los estudios de neuroimagen funcional, como la resonancia magnética funcional (fMRI) y la tomografía por emisión de positrones (PET), han confirmado esta especialización, mostrando que diferentes áreas cerebrales se activan selectivamente durante tareas específicas. Por ejemplo, el área de Broca y el área de Wernicke se activan durante el procesamiento del lenguaje, mientras que la circunvolución fusiforme se activa al ver rostros.

La modularidad explica fenómenos cotidianos que de otra manera resultarían desconcertantes. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué a veces sentimos impulsos contradictorios? ¿Por qué una parte de usted quiere una cosa y otra parte desea lo contrario? La modularidad explica cómo diferentes partes de un cerebro pueden querer cosas diferentes al mismo tiempo. Cuando las personas hacen declaraciones como, "una parte de mí quiere x, pero otra parte de mí quiere y", eso no es simplemente una metáfora—podría ser literalmente cierto, reflejando la actividad de diferentes módulos cerebrales con objetivos en conflicto.

Este concepto tiene importantes implicaciones para la comprensión de trastornos psicológicos. Por ejemplo, los conflictos internos que experimentan las personas con adicciones podrían entenderse como una lucha entre diferentes sistemas cerebrales: el sistema de recompensa que busca el placer inmediato versus los sistemas corticales prefrontales responsables del autocontrol y la planificación a largo plazo.

El intérprete: el narrador de nuestra historia

Uno de los conceptos más fascinantes propuestos por Gazzaniga es el del "módulo intérprete" cerebral. A través de sus experimentos con pacientes de cerebro dividido, Gazzaniga descubrió que el hemisferio izquierdo tiene una tendencia natural a crear explicaciones y narrativas coherentes, incluso cuando no tiene toda la información o cuando esta es contradictoria.

En un experimento clásico, Gazzaniga mostró diferentes imágenes a cada hemisferio de un paciente con cerebro dividido: al hemisferio izquierdo le mostró una garra de pollo, y al derecho, una escena con nieve. Luego, cuando le pidió al paciente que seleccionara, entre varias imágenes, las que se relacionaban con lo que había visto, ocurrió algo sorprendente. Su mano izquierda (controlada por el hemisferio derecho) señaló una pala (relacionada con la nieve), mientras que su mano derecha (controlada por el hemisferio izquierdo) señaló un pollo. Cuando se le preguntó por qué había elegido esas imágenes, el paciente respondió: "Oh, eso es simple. La garra de pollo va con el pollo, y necesitas una pala para limpiar el gallinero." En realidad, el hemisferio izquierdo, sin acceso a la información de la nieve que había visto el hemisferio derecho, inventó una historia para dar sentido a las acciones observadas.

Este "intérprete" en el hemisferio izquierdo no es simplemente un narrador pasivo, sino un activo creador de significado que constantemente busca patrones, orden y relaciones causales. Gazzaniga ha argumentado que nuestro cerebro genera este proceso "intérprete" para traducir situaciones complejas en elecciones (incluyendo decisiones éticas). Y esto podría explicar nuestro comportamiento pro-social y la creación de sistemas de creencias.

El intérprete es como un narrador interno que constantemente está tratando de dar sentido a todas nuestras experiencias, incluso cuando nuestras acciones son resultado de procesos automáticos e inconscientes. Este mecanismo nos brinda la ilusión de ser agentes unificados y coherentes, aunque en realidad somos una coalición de sistemas neurales con distintos objetivos y preferencias.

Las investigaciones recientes han ampliado esta comprensión del intérprete. Según investigadores como Peter Verhezen, "parece que todos compartimos las mismas redes y sistemas morales, y todos respondemos de manera similar a problemas similares. Lo único diferente, entonces, no es nuestro comportamiento, sino nuestras teorías sobre por qué respondemos de la manera en que lo hacemos". Esta observación sugiere que el intérprete no solo opera a nivel individual, sino que también nos ayuda a navegar el complejo mundo social creando explicaciones compartidas para los comportamientos colectivos.

Piense en la última vez que tomó una decisión importante. ¿Fue realmente una elección consciente o su cerebro ya había decidido antes de que usted fuera consciente de ello? Experimentos como los del neurocientífico Benjamin Libet sugieren que la actividad neural que predice una acción voluntaria ocurre segundos antes de que la persona sea consciente de su intención de actuar. Esto sugiere que muchas decisiones que creemos tomar conscientemente en realidad son procesadas primero a nivel inconsciente, y luego nuestro intérprete crea una narrativa que nos hace sentir como los autores conscientes de esas decisiones.

Hoy creemos que el grueso de la actividad mental se procesa en módulos mayormente automáticos para que los sistemas de toma de decisiones no tengan que vérselas con los 10 millones de pasos que intervienen en cualquier acto, explica Gazzaniga, sugiriendo que gran parte de nuestra vida mental ocurre fuera del alcance de nuestra consciencia. El intérprete, entonces, es una especie de portavoz que nos da acceso consciente a una fracción de estos procesos automáticos, creando la ilusión de un yo unificado y en control.

La neurociencia moderna confirma la visión modular

A casi cuatro décadas desde la publicación original de "El cerebro social", las investigaciones recientes continúan respaldando y expandiendo la visión modular de Gazzaniga. Los avances en neuroimagen y neurofisiología han proporcionado evidencia sólida de la especialización funcional de diferentes regiones cerebrales.

Las técnicas de neuroimagen moderna como la resonancia magnética funcional (fMRI), la tomografía por emisión de positrones (PET), la magnetoencefalografía (MEG) y la electroencefalografía (EEG) permiten a los científicos observar la actividad cerebral en tiempo real mientras los participantes realizan diferentes tareas. Estos estudios han confirmado la existencia de redes neurales especializadas para diferentes funciones cognitivas, como el lenguaje, la memoria, la atención, el reconocimiento de objetos y rostros, la navegación espacial, y las emociones, entre otras.

Por ejemplo, la investigación en neuroimagen ha identificado redes cerebrales específicas para el procesamiento social, que incluyen la corteza prefrontal medial, la unión temporoparietal, el surco temporal superior, la amígdala y otras estructuras que se activan selectivamente durante tareas que implican entender las intenciones de otros, reconocer emociones en rostros, o razonar sobre estados mentales ajenos. Estas redes constituyen lo que se ha denominado el "cerebro social", un conjunto de módulos especializados en navegar nuestro complejo entorno social.

Una tercera clase de evidencia que la neurociencia cognitiva proporciona sobre la modularidad proviene de una variedad de técnicas que miden de manera no invasiva la actividad cerebral regional a medida que ocurre el procesamiento de la información. Estas técnicas nos permiten observar en tiempo real cómo diferentes módulos cerebrales se activan ante distintas tareas, confirmando la especialización funcional propuesta por Gazzaniga.

La genética y la biología molecular también han aportado evidencia para la modularidad cerebral. Los estudios de gemelos y familias sugieren que diferentes capacidades cognitivas tienen diferentes grados de heredabilidad y pueden estar influenciadas por diferentes genes. Esto es consistente con la idea de que estas capacidades están mediadas por sistemas neurales distintos con diferentes bases genéticas.

La teoría de la modularidad ha evolucionado y se ha refinado con el tiempo. Inicialmente, Jerry Fodor propuso una versión restrictiva de la modularidad que limitaba los módulos a sistemas perceptivos y lingüísticos de nivel bajo. Sin embargo, investigadores posteriores, incluido Gazzaniga, han propuesto una "modularidad masiva" que extiende el concepto a funciones cognitivas de nivel superior.

La Teoría Modular de la Mente actual concibe el funcionamiento cerebral como la activación de distintos módulos especializados, independientes pero relacionados. Esta concepción ha transformado nuestra comprensión de cómo el cerebro procesa la información, alejándose de modelos lineales o seriales de procesamiento hacia una visión más distribuida y paralela.

Como explica la psicóloga Grecia Guzmán Martínez, "tradicionalmente, la teoría de la mente sostenía que está última funcionaba como una navaja común que podemos llevar con nosotros para resolver cualquier problema". Sin embargo, el enfoque modular nos muestra que la mente funciona más bien como esa navaja suiza, con múltiples herramientas especializadas para diferentes tareas.

El cerebro social en acción: implicaciones para nuestra vida cotidiana

La teoría del cerebro social y la modularidad tienen profundas implicaciones para nuestra comprensión de nosotros mismos y de nuestras interacciones sociales. El cerebro humano ha desarrollado circuitos neuronales que nos permiten prosperar en un contexto social, y estos circuitos son fundamentales para nuestra supervivencia y bienestar.

La evolución nos ha dotado de módulos cerebrales específicamente diseñados para la interacción social. El descubrimiento de las "neuronas espejo" por el equipo de Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma (Italia) proporciona un ejemplo revelador. Estas neuronas, que se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando observamos a otro realizar la misma acción, constituyen un mecanismo neural fundamental para la empatía, el aprendizaje por imitación y la comprensión de las intenciones de otros.

La dimensión social de nuestro cerebro explica por qué las relaciones humanas son tan importantes para nuestra salud mental y física. Diversos estudios han puesto en evidencia que los cambios asociados al desarrollo del cerebro se deben a la interacción entre la biología y el ambiente, destacando cómo nuestro entorno social moldea literalmente la estructura y función de nuestro cerebro.

Las investigaciones en neurociencia social han demostrado que el aislamiento social y la soledad pueden tener efectos negativos profundos sobre la salud cerebral, comparables a los del tabaquismo o la obesidad. Por otro lado, las relaciones sociales positivas se asocian con mejor función inmune, menor inflamación, presión arterial más baja y mayor longevidad. Este vínculo entre salud social y salud física refleja la importancia central de la interacción social para nuestro bienestar, algo que Gazzaniga anticipó con su concepto del cerebro social.

En el ámbito educativo, la comprensión del cerebro social ha llevado a nuevos enfoques pedagógicos. Como señala Jesús C. Guillén en "Escuela con cerebro", "desde la perspectiva educativa, la naturaleza social del aprendizaje implica que los profesores deberíamos estructurar las actividades en el aula de forma que estimularan las interacciones sociales". Esto ha dado lugar a metodologías como el aprendizaje cooperativo, que aprovecha la naturaleza social del cerebro para mejorar los resultados educativos.

La cooperación, entendida como trabajar para alcanzar objetivos comunes, activa circuitos de recompensa en el cerebro. Estudios de neuroimagen han mostrado que los actos de cooperación activan el núcleo accumbens y otras regiones asociadas con la recompensa, de manera similar a como lo hacen experiencias placenteras como comer chocolate o recibir dinero. Esto sugiere que nuestro cerebro está "cableado" para encontrar satisfacción en las interacciones cooperativas, un hallazgo que tiene implicaciones no solo para la educación, sino también para la organización del trabajo y la sociedad en general.

La comprensión del cerebro social también ha dado lugar a nuevos enfoques terapéuticos. Por ejemplo, las terapias basadas en la atención plena (mindfulness) y la compasión buscan fortalecer las conexiones entre la corteza prefrontal y las estructuras límbicas, mejorando así la regulación emocional y las habilidades sociales. Estas terapias han mostrado eficacia en el tratamiento de trastornos como la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático.

Desafíos y horizontes en la comprensión del cerebro humano

A pesar de los enormes avances en neurociencia desde la publicación de "El cerebro social", todavía quedan grandes misterios por resolver. Algunos de los desafíos más apremiantes incluyen comprender cómo interactúan los diferentes módulos cerebrales para producir una experiencia consciente unificada, cómo emerge la individualidad a partir de la interacción entre genes y ambiente, y cómo podemos aplicar este conocimiento para prevenir y tratar trastornos neurológicos y psiquiátricos.

La complejidad del cerebro humano es verdaderamente asombrosa: con aproximadamente 86 mil millones de neuronas y un número aún mayor de células gliales, interconectadas por un estimado de 100 billones de sinapsis, el cerebro humano es posiblemente el objeto más complejo del universo conocido. Esta complejidad plantea desafíos metodológicos significativos para la investigación en neurociencia.

Como señala el Instituto Salk en su programa de investigación en neurociencia: "Existe una necesidad urgente de prevenir y tratar las enfermedades del cerebro. Los científicos están trabajando para comprender mejor cómo se desarrolla el cerebro y descubrir los impulsores moleculares de las condiciones neurológicas y psicológicas para estimular el desarrollo de terapias más efectivas."

La neurociencia también enfrenta dilemas éticos y de privacidad. A medida que se desarrollen nuevas tecnologías para acceder a la actividad cerebral y modificarla, surgirán preocupaciones sobre cómo se utilizarán estas herramientas. ¿Deberíamos utilizar la estimulación cerebral para mejorar el rendimiento cognitivo? ¿Es ético leer la actividad cerebral para determinar si alguien está mintiendo? ¿Qué sucede con la privacidad de nuestros pensamientos en un mundo donde la tecnología puede acceder cada vez más a nuestra actividad neural?

Estas cuestiones éticas se vuelven cada vez más relevantes a medida que nuestra capacidad para manipular el cerebro avanza. Gazzaniga mismo ha abordado estos temas en obras posteriores como "El cerebro ético", donde explora las implicaciones éticas de nuestra comprensión creciente del cerebro.

Quizás el mayor desafío sigue siendo entender cómo emerge la conciencia unificada de un sistema tan modular y distribuido. El enigma de la consciencia sigue siendo uno de los mayores desafíos: ¿Cómo emergen los estados subjetivos de nuestra mente a partir de la actividad neuronal? Esta pregunta fundamental, a veces llamada el "problema difícil" de la consciencia, continúa desafiando a neurocientíficos y filósofos por igual.

Como señala el director del Centro Sage para el estudio de la mente (fundado por Gazzaniga): "La mayoría de los neurocientíficos creen que la consciencia es un fenómeno emergente que surge de la actividad coordinada de múltiples sistemas cerebrales. Sin embargo, todavía estamos lejos de comprender completamente cómo ocurre esta emergencia y cómo da lugar a la experiencia subjetiva."

Conclusión: El legado de Gazzaniga y el futuro de la neurociencia

Las contribuciones de Michael S. Gazzaniga a nuestra comprensión del cerebro han sido monumentales. Su visión de un cerebro modular y social ha revolucionado la neurociencia y ha abierto nuevos caminos de investigación que continúan expandiéndose hoy en día.

El impacto de Gazzaniga va más allá de sus descubrimientos científicos; su enfoque interdisciplinario y su capacidad para comunicar ideas complejas de manera accesible han ayudado a llevar la neurociencia al público general. Sus numerosos libros, incluyendo "El cerebro social", "¿Quién manda aquí?" y "El cerebro ético", han hecho que las fascinantes ideas de la neurociencia cognitiva sean accesibles para lectores no especializados.

El hecho de que fuera precisamente un psicólogo quien estableciera el primer laboratorio de neurociencia cognitiva pone expresamente de manifiesto la esencia de esta nueva disciplina: la colaboración interdisciplinaria entre psicología, biología, informática y otras ciencias para desentrañar los secretos de la mente humana. Como señala la Editorial Sanz y Torres: "El detonante que permitió despegar a esta joven disciplina fue el desarrollo a finales de los años 70 del siglo xx de las modernas técnicas de neuroimagen, que permitieron visualizar tanto la estructura como la actividad funcional del cerebro humano en vivo."

El término "neurociencia cognitiva" fue acuñado por Gazzaniga y el psicólogo George A. Miller en 1976, cuando organizaron un curso en la Universidad Cornell sobre las bases biológicas de la cognición humana. Desde entonces, este campo ha crecido exponencialmente, con laboratorios de neurociencia cognitiva establecidos en universidades de todo el mundo y journals especializados dedicados a publicar investigaciones en esta área.

Mientras avanzamos en nuestra comprensión del cerebro, las ideas pioneras de Gazzaniga sobre la modularidad y el cerebro social continúan guiando e inspirando a nuevas generaciones de investigadores. La visión de un cerebro compuesto de múltiples sistemas especializados que trabajan en concierto para crear nuestra experiencia consciente unificada sigue siendo tan revolucionaria hoy como cuando fue propuesta por primera vez.

En un mundo cada vez más complejo y socialmente conectado, comprender cómo nuestro cerebro social navega por estas aguas es más importante que nunca. El trabajo de Gazzaniga nos ha proporcionado un mapa invaluable para este viaje continuo hacia el autoconocimiento, recordándonos que, paradójicamente, para entender nuestra unidad, debemos primero comprender nuestra multiplicidad.

Como reflexionó el propio Gazzaniga: "Es irónico que el cerebro, ese órgano que nos define como individuos, sea al mismo tiempo tan profundamente social. Pero quizás esa paradoja es precisamente lo que nos hace humanos: somos individuos definidos por nuestras relaciones con los demás, mentes solitarias construidas para la conexión."


Referencias:

  1. Gazzaniga, M. S. (2006). El cerebro social. Alianza Editorial. Link del libro:https://amzn.to/4jOY21A
  2. Gazzaniga, M. S. (2011). ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro. Paidós.
  3. Gazzaniga, M. S. (2006). El cerebro ético. Paidós. Link del libro:https://amzn.to/4jyx12U
  4. Escuelaconcerebro.wordpress.com (2014). "El cerebro social: cooperación en el aula".
  5. Psicoactiva.com (2024). "Modularidad cerebral según Robert Kurzban".
  6. Psychology Today en español (2021). "El descubrimiento central de la neurociencia: la mente es modular".
  7. Redalyc.org (2023). "Aportaciones de la neurociencia cognitiva y el enfoque multisensorial".
  8. Escoeuniversitas.com (2023). "Neurociencia: 6 desafíos en busca de los Misterios del Cerebro".
  9. Lamenteesmaravillosa.com (2019). "La teoría modular de la mente".
  10. Editorial Sanz y Torres (2023). "Neurociencia Cognitiva".
  11. Amrop.com (2023). "Dentro del Cerebro Sabio del Líder 7: El Cerebro Social".
  12. Salk.edu (2024). "Neurociencia - Instituto Salk de Estudios Biológicos".
  13. Intramed.net (2022). "El cerebro funciona en automático".

 

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